Entrevista a Octavio Salazar.

 

Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba, investigador especializado en igualdad de género y masculinidades. Autor, entre otros, de los libros "Masculinidades y ciudadanía. Los hombres también tenemos género" y "El hombre que no deberíamos ser".

 

 

1. En los últimos tiempos han aumentado de una forma muy visible y publica libros, artículos y entrevistas que abordan el tema de las masculinidades  y la igualdad de mujeres y hombres. En tu opinión ¿Es una moda o realmente cada vez más hombres se están preocupando  e incorporando al esfuerzo por  conseguir una sociedad equitativa y no sexista?. En el caso de que sea así ¿En que terrenos crees que este cambio esta siendo más concreto, más real?

Yo creo que hay un poco de todo. Inevitablemente ante la eclosión del movimiento feminista, que también está siendo aprovechada por ejemplo por las editoriales para lanzar determinados productos, surgen voces que de alguna forma lo que hacen es subirse al carro e incluso aprovechar la coyuntura. Eso es inevitable y pasa ante cualquier fenómeno social.  Pero también es cierto que, poco a poco, y aún siendo menos de los que a mí me gustaría, empiezan a aparecer voces masculinas críticas, comprometidas, que van armando un discurso igualitario y que tratan de romper la hegemonía machista. En todo caso, tengo la sensación de que hay más hombres desubicados ante lo que está pasando que hombres ciertamente comprometidos con la igualdad. Tengo la sensación de que, por ejemplo, las nuevas realidades familiares están contribuyendo a que algunos revisen comportamientos y actitudes. Quizás en esos todavía tímidos niveles de corresponsabilidad podemos detectar algunos cambios. También, por supuesto, en que al menos formalmente empezamos a rechazar cosas que antes dábamos por buenas. Sin embargo, no creo que en lo público, en las estructuras de poder, los cambios sean tan significativos. Ahí sí que tengo la sensación de que todo sigue más o menos igual. O casi.

 

2. En ocasiones has subrayado la necesidad de una revolución masculina que todavía está pendiente de realizarse .¿Cuáles son  los principales campos  donde debemos realizar los hombres esta revolución.? ¿Cuales con los medios necesarios para lograrlo?

Es una revolución que debería proyectarse en múltiples ámbitos, todos interrelacionados. Es una revolución que pasa por renunciar a privilegios (sobre todo en lo público) y por asumir responsabilidades (en lo privado). Es una revolución que tiene que ver con el poder, en todos los sentidos, pero también con lo más personal. Con como nos construimos y de qué forma nos relacionamos. Es por tanto una revolución que también tiene que ver con nuestros cuerpos, con el amor, con la sexualidad.

En cuanto a los medios, son necesarias por supuesto políticas públicas que incidan, como hasta ahora no lo han hecho, en los hombres. Pero, sobre todo, hace falta cambiar la cultura machista que nos sigue condicionando. Educación, educación, más educación. Y yo ya no diría educación para la igualdad, o coeducación. No, hace falta una educación feminista. Transformadora y emancipadora.  Y no perder de vista que también la Cultura, la Ciencia, los Saberes, son poderes. Y que todos esos ámbitos siguen siendo masculinos, machistas y androcéntricos. De ahí la urgencia de acciones positivas para las mujeres, de mucha pedagogía feminista y de acciones concretas de los hombres mediante las cuales renunciemos a ser siempre los protagonistas.

 

3. A la hora de analizar la situación actual de los hombres, de quienes se identifican con ese termino ¿Tenemos que hablar de la masculinidad, las masculinidad, las nuevas masculinidades? ¿Cómo relacionamos el cambio en las identidades masculinas con la diversidad sexual  e identidades de género?

Por supuesto que hay que hablar en plural: las masculinidades. No hay un solo modelo, aunque sí podemos hablar de uno que tiene una hegemonía y que es la masculinidad machista y violenta. En todo caso, no hay que olvidar las intersecciones de etnia, de cultura, de clase social, de sexualidades…  No podemos cometer el error, tan frecuente, de plantear un discurso, y peor aún, unas estrategias, basadas en una mirada etnocéntrica y de sujeto claramente privilegiado.  En esa pluralidad, lógicamente, hay que tener presentes las diversas sexualidades e identidades, que también supone una contestación a una regla básica del patriarcado que es la heteronormatividad.  Echo en falta una mayor complicidad entre el feminismo y el movimiento LGTBIQ+, y en algunos casos detecto que ese colectivo contribuye más a reproducir el orden clásico que a subvertirlo.

No soy partidario del término “nuevas masculinidades”. Me parece una etiqueta atractiva pero falsa. ¿Dónde están esos nuevos hombres? Estamos algunos en proceso de cambio, pero no hemos llegado a la meta. Corremos el riesgo de convertir el término en una justificación de nuestro dominio o incluso en una especie de medalla mediante el cual aumentamos nuestro prestigio social. Yo creo que el gran objetivo, a larguísimo plazo, sería justamente acabar con la etiqueta de “masculinidad”.

 

4. En los últimos tempos  a raíz de varias sentencias o procesos judiciales has manifestado que consideras a una parte importante de la justica  defensora del patriarcado. ¿En que medida se puede cambiar esto? ¿Puede  el actual orden jurídico defender la igualdad de mujeres y hombres y la diversidad sexual y de identidad de género?¿Es un problema de las personas que componen la judicatura o de las propias leyes? ¿Qué medios son necesarios para hacerlo?

El derecho siempre ha sido una herramienta del patriarcado para mantener un orden que  beneficiaba al varón y, con más detalle, al varón heterosexual. Hemos ido avanzando en estos 40 años de democracia, pero aún tenemos un sistema jurídico, y sobre todo una Administración de Justicia, que no se toma el género en serio y mucho menos lo que el feminismo jurídico plantea como revulsivo frente a las categorías tradicionales. No creo que sea tanto un problema de leyes, sino más bien de cultura jurídica (machista, claro). Hace falta introducir en la formación de todos los operadores jurídicos la perspectiva de género. Hacen falta más mujeres y hombres feministas dictando sentencias. Al margen de que, es evidente que faltan recursos, por ejemplo en la lucha contra la violencia machista, para la prevención y la socialización.

 

5. En tu último libro “El hombre que no deberíamos ser” señalas que lo que pretendes es “colocarnos a los hombres delante del espejo para que reflexionemos sobre todo aquello que no deberíamos ser y para indicarnos el itinerario a seguir para construirnos de otra manera” ¿Cuál es el itinerario correcto?  ¿Es único o es diverso?

No creo que haya un único itinerario. Supongo que cada hombre, en función de sus circunstancias y de su momento vital, se planteará el viaje de una manera. Lo que sí deberíamos tener claro es el punto de partida y el punto de llegada. El punto de partida sería tomar conciencia de nuestro lugar privilegiado y de cómo ese repercute en la desigualdad. El punto de llegada sería un nuevo pacto social en el que al fin mujeres y hombres seríamos equivalentes.

 

6. En ocasiones  has señalado en alguna entrevista que existe el peligro de generar un único  modelo de “nueva” masculinidad que también es excluyente, blanco , heterosexual ..  que sitúa la paternidad como una nueva mística igualitaria de la masculinidad ¿ Donde detectas esos peligros en los discurso de los hombres que trabajan y se organizan a favor de la igualdad?.

Lo apuntaba en una contestación anterior.  Con frecuencia hacemos un discurso muy centrado en nuestra realidad y hasta diseñamos estrategias que quizás no  sirvan para “otros” hombres. Por eso sería tan urgente que hombres muy diversos se fueran incorporando a esta lucha y aportaran sus matices. No cometamos el error de hablar en nombre de ellos. Y sí es cierto que con demasiada frecuencia, y entono el mea culpa también, corremos el riesgo de asumir un excesivo protagonismo, de quedarnos en las ideas políticamente correctas y nos fallan las acciones concretas. O, peor aún, la sintonía entre lo que pregonamos y lo que hacemos en nuestra vida diaria.

 

7. Por último en tus declaraciones siempre te declaras como un hombres feminista y recalcas la necesidad de que los hombres se acerquen al feminismo ¿Es importante que muchos hombres pierdan el miedo a identificarse como feministas?¿Que significa para ti definirse cómo tal?

A mí siempre me gusta decir que estoy en camino de serlo… Tengo mucho que aprender todavía, y sobre todo tengo mucho que “desaprender” del machista que llevo dentro. Es un proceso largo pero apasionante. Pero sí que reivindico el término, cada vez más, me reconozco en él y  creo que hay que quitarle todos esos prejuicios que insisten en devaluarlo. Por eso también los hombres deberíamos usarlo y reivindicarlo. Pero, eso sí, sabiendo de lo que hablamos, no porque esté de moda o porque así quedemos bien ante los y las demás.

Para mí el feminismo es  una forma de vida, una ética, un compromiso. Un tren al que te subes y del que ya no te puedes bajar. Y para mí también es alegría, mucha alegría. Frente a lo que creen algunos, las feministas no son aburridas, histéricas, cabreadas o puritanas. Como tampoco lo son los pocos todavía hombres que son aliados. A mí el feminismo me hace más feliz y mejor tipo, creo. Y gracias a él disfruto mucho más de la vida y me encuentro por el camino con personas estupendas.