Entrevista a Maitena Monroy

 

Activista en diferentes organizaciones feministas, fisioterapeuta, experta en prevención de la violencia machista y formadora en Autodefensa Feminista: "A los hombres el sistema les encorseta en la masculinidad a cambio de beneficios; a nosotras, en la feminidad, a cambio de sumisión".

  

 

1.- Llevas años luchando contra la violencia machista a través de la Autodefensa Feminista. Puedes contarnos cómo entiendes la ADF y aclarar el concepto que a menudo se confunde con la defensa personal? Por qué es una herramienta válida para luchar contra la violencia machista?

Voy a empezar por la segunda pregunta que lleva implícita también la respuesta de la primera. Yo creo que la ADF es una herramienta de empoderamiento feminista, por lo tanto, no solo sirve para la sensibilización, prevención y actuación frente a la violencia machista sino para identificar en cada una de nosotras cómo se nos filtra el sexismo y la socialización en género femenino que nos desempodera. No es posible entender la violencia sexista sin entender los procesos de socialización en género masculino y femenino. Porque la violencia y su uso vertebran a la identidad masculina mientras que el terror a sufrirla y la indefensión frente a la misma vertebran a la identidad femenina. Eso hace que nos situemos de manera diametralmente opuesta en la vida. Por lo tanto, para prevenir y actuar frente a este tipo de violencia es necesario entender el contexto patriarcal. Identificar las múltiples formas de violencia que no pasan por la violencia física. Desenmascarar el género y comenzar la disidencia de género es el primer paso en la ADF para situarnos como sujeto de derecho. No podemos dotarnos de recursos sin romper con la socialización en género femenino, que nos hace sentirnos bordes cuando ponemos límites al abuso, egoístas cuando nos ocupamos de nuestro cuidado, vinculadas afectivamente con todo el mundo, culpables de la violencia sufrida, avergonzadas por ser víctimas de violencia y así un largo etc que nos desempodera sin que haya sido necesaria una violencia material y explicita basta con toda la maquinaria ideológica del sexismo. Con 4 años las niñas ya saben que valen menos que sus compañeros, eso no se resuelve aprendiendo defensa personal sino aprendiendo a empoderarnos con feminismo.

Hace poco leía un artículo de una profesora de artes marciales pidiendo que no se le excluyera de la autodefensa feminista. Es al revés, queremos incluir a cuántas más mujeres mejor pero es imprescindible la formación en teoría feminista. La autodefensa se convierte en feminista porque tiene un análisis, una metodología y una intervención con perspectiva feminista. Sería como pretender trabajar en igualdad sin tener formación en feminismo.

A mí me parece muy bien la defensa personal pero atender solo a la expresión de violencia física es lo que más le interesa al sistema porque en el fondo atendiendo las expresiones materiales, nos mantienen ocupadas y no resolvemos la raíz del problema que es la desigualdad. Se señalan las prácticas machistas, de manera fragmentada, sin hilo conductor para así eliminar la responsabilidad de la estructura y ver los casos como aislados, sin conexión, entre el patriarcado y cada ejercicio de violencia sexista. Convirtiendo la violencia en un problema de pelea y personal.

La ADF es una herramienta política para el empoderamiento de las mujeres que no se puede desligar de las organizaciones o escuelas de empoderamiento feminista. Es decir, no es personal es política porque busca no solo actuar frente a la violencia sino transformar la realidad con reflexión y práctica feminista.

 

2.- Llevamos años de leyes, diagnósticos, planes contra la violencia machista y sin embargo hay una percepción social que lleva a pensar que la violencia es cada vez mayor y que además los jóvenes hoy son más violentos que en el pasado. ¿Cuál es tu balance, las sombras y los avances que como sociedad se han ido dando? ¿Son más violentos los jóvenes? ¿Se detecta más?

El problema es que la violencia es solo uno de los instrumentos patriarcales, muy potente, pero es solo uno de los mecanismos de coerción y control colectivo. Siempre que me preguntan si hay más violencia ahora que hace décadas, digo que no tengo datos porque venimos de la normalidad de la violencia contra las mujeres. Hace 30 años algunas de las mujeres que asistían a los cursos decían: “a mí me toco uno bueno, el mío no me pegaba”.

Las declaraciones de Plácido Domingo, después de las acusaciones de agresión contra él, son toda una declaración de culpabilidad y una demostración de que la sociedad y los hombres, de manera general, sentían hasta bien poco, los ejercicios de violencia contra las mujeres “ajenas” como actos, en el mejor de los casos, “inapropiados”, y en el peor de los casos como el peaje que teníamos que pagar las mujeres por osar a estar en el espacio público.

Este pasado junio dando un taller en Alicante, con mujeres de diferentes edades entre los 13 a los 65, pregunté: ¿Qué haces si te gusta un chico y comienza a besarte pero no te gusta, continuar o decirle que no te gusta lo que hace? Una chica de 13 años contestó rápidamente que sí, que continuar. Otra mujer, de unos 40, la miró escandalizada y le respondió: “¡No, claro que no!”. En casi todos los cursos que doy para adolescentes un porcentaje alto de ellas, sobre todo, si ya han comenzado a tener relaciones, que contestan que continúan porque el chico les gusta aunque no les guste lo que les está haciendo.

Las y los jóvenes son producto de esta sociedad y de este contexto de rearme. No vienen de Marte, son nuestro reflejo como sociedad. Así que la pregunta sería: ¿Qué estamos diciendo y haciendo para que sigan viendo como normal el control, el chantaje emocional, la imposición, el abuso o para que identifiquen que desear es querer lo que el chico quiere aunque a ti no te guste?

En el análisis de lo que está ocurriendo también es verdad que hay una mayor visibilidad de formas de violencia que antes las mujeres no denunciaban, entre otras cosas porque no había leyes ni protocolos institucionales, como en los casos de maltrato habitual, los abusos, el acoso callejero o las violaciones en cualquier ámbito y eso es gracias al feminismo. Las mujeres estamos, por fin, creyendo y sintiendo que tenemos derecho a una vida libre de violencia y eso provoca que se denuncie más.

Hemos puesto en crisis al patriarcado y frente a esta crisis se está organizando un rearme patriarcal muy virulento y con muchos recursos, en las redes sociales, con organizaciones y partidos creados para contrarrestar los avances en igualdad.

Es decir, no se puede ver la sociedad de manera lineal con respecto a los avances y los retrocesos, porque todo forma parte del mismo caleidoscopio. Se han producido importantes cambios en la sensibilización social y un reflejo de ello son las manifestaciones masivas contra la violencia sexista o los últimos 8 de marzo pero todo avance conlleva resistencias. Estamos en un momento de oportunidad para avanzar o retroceder a modelos más tradicionales. Si queremos avanzar debemos de trabajar en prevención y ahí, hay un enorme agujero. Además ese trabajo en prevención debe de ser transversal, con todos los agentes sociales, en lo formal y en lo informal. Las niñas-os identifican la igualdad como una asignatura que se da en clase, si es que se ha trabajado el “santoral” feminista del 8M y el 25N, pero parece que detrás del eslogan ya no hubiera nada más que hacer. En el aula no identifican que los contenidos académicos invisibilizan a las mujeres. Salen al patio y no identifican que la ocupación de ese espacio público es un espejo de la desigualdad que comienzan a sentir y que van a vivir de mayores o que los dibujos, series, videojuegos, etc, les estén enseñando a construir relaciones de desigualdad entre chicas y chicos. O que en casa, el reparto de las tareas de cuidados sigue siendo desigual aunque sus progenitores vayan al 8M.

Se ha trabajado muy poco en la definición de la sexualidad, en un modelo afectivo sin obligatoriedad ni imposición, en una gestión de las relaciones de poder y de la vida sin abuso.

Considero que hemos dado importantes avances en la sensibilización frente a las formas más cruentas de violencia ahora toca convertir la sensibilidad en actitud social no solo frente a la violencia sino ante cualquier práctica sexista porque me preocupa que el modelo de empoderamiento sea neoliberal y masculinizado, creyendo que “si yo quiero yo puedo” o que la igualdad pasa por comportarse como los hombres patriarcales.

Como señalaba antes, no se puede trabajar la igualdad sin formación feminista. Así que la pregunta para cada persona que trabaje, eduque, conviva, diseñe videojuegos o realice cualquier actividad con otro ser humano es ¿Cuánta formación en feminismo tiene usted? Pues, ahí tenemos la clave para entender parte de lo que está pasando.

 

3.- En un artículo tuyo en la revista Pikara Magazine (*), reflexionabas sobre un slogan que en su día se lanzó por algunos municipios vascos “El miedo va a cambiar de bando” En él incidías sobre la dificultad que tenemos para cambiar las categorías entre mujeres y hombres a la vez que señalabas que no podemos enfrentar la violencia a través del miedo. ¿Cómo se puede conseguir?

* https://www.pikaramagazine.com/2015/11/que-la-verguenza-cambie-de-bando-reflexiones-sobre-la-autodefensa-feminista/

Bueno, lo que quería señalar es que el miedo es una emoción básica que nos sirve para afrontar situaciones de amenaza. Es decir, vivir sin miedo es imposible, es como querer vivir sin alegría, no es posible ni siquiera deseable. Ahora bien, lo que tenemos que vivir es sin terror, en la medida de que podemos identificar todas las expresiones de discriminación y violencia, a partir de ahí podemos diseñar estrategias y pasar a la acción, permitiéndonos la rebeldía y el derecho a la legítima defensa. Creer que la violencia sexista puede ser combatida generando miedo en los agresores, sería actuar con una mirada donde el empoderamiento se vuelve a situar en lo masculino y donde solo identificamos al brazo armado del patriarcado, los agresores físicos. Es más, yo creo, como decía Susan Faludi, que la virulencia de los ataques patriarcales tiene que ver con el miedo del patriarcado a la igualdad. Las violaciones colectivas a mujeres borrachas o drogadas es un ejemplo del miedo de los agresores a la capacidad de respuesta de las mujeres.

En el mes de julio, una compañera argentina del colectivo “ni una menos·” me proponía que las mujeres teníamos que apropiarnos de la violencia, yo creo que no. Tenemos que apropiarnos del derecho a la legítima defensa. Derecho que solo se les concede a aquellos sujetos de pleno derecho. Las mujeres hemos sido concebidas, desde la mirada patriarcal, no como víctimas, sino como débiles y por tanto, no merecedoras de trato igualitario. De ahí comentarios como el de “pero que más queréis las mujeres”, que en el fondo señala esa categoría de inferioridad puesto que no podemos aspirar a tener el mismo trato y oportunidades que puede tener un hombre. Por tanto, los hombres como sujeto de pleno derecho pueden recibir ofensas y defenderse de ellas, las mujeres no.

Pero por otro lado, no me quiero armar con las mismas armas del patriarcado para erradicar la violencia porque eso ya nos lo enseñó Audre Lorde: “que las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo”. Si queremos combatir las situaciones materiales de violencia no podemos creer que lo haremos provocando el miedo en los agresores porque no van a sentir nunca el terror y la indefensión que sentimos las mujeres. Como mucho van a sentir miedo a que les denunciemos, solución: nos drogan; miedo a que nos podamos defender físicamente, solución: violaciones colectivas; miedo a que les dejemos, solución: nos dicen que nos quieren, que lo hacen sin querer, y así un largo etc. Los agresores y maltratadores se han vuelto más estratégicos para asegurar no solo sus ejercicios de violencia, sino la impunidad de sus acciones.

 

4.- Es necesario que los hombres se impliquen en contra de este tipo de violencia. Los hombres se han ido sumando a las manifestaciones contra la violencia machista. En tu opinión ¿Esto es suficiente? ¿Que otras fórmulas de participación activa contra la violencia tendrían que impulsar los hombres?

No, claro que no es suficiente asistir a manifestaciones. Es un paso necesario pero no suficiente. Vuelvo a repetir que no se puede desligar la violencia del sistema patriarcal. Los hombres que quieren ser aliados del feminismo no pueden ser meros espectadores y tienen que tener un papel activo en cada espacio en el que estén no solo para combatir la violencia sino el machismo en cualquiera de sus expresiones. Los hombres tienen que romper con su victimismo o con su pasividad y asumir con responsabilidad sus papeles como beneficiarios y afectados del sistema patriarcal. A los hombres el sistema les encorseta en la masculinidad a cambio de beneficios; a nosotras, en la feminidad, a cambio de sumisión.

Echo de menos a los hombres, como colectivo, respondiendo al nuevo rearme patriarcal pero también como parte implicada y responsable de los cuidados de la vida. Está habiendo avances en el terreno de los cuidados que es uno de los ejes antipatriarcales pero todavía falta una mayor implicación por parte del conjunto de los hombres. Aunque también es verdad, que los procesos de transformación social son lentos si queremos que sean reales, y no un enunciado sin contenido. Así que mantengo viva la esperanza de que otro mundo sea posible sumando los procesos de transformación individuales y colectivos que estamos impulsando.

 

5.- A menudo cuando hombres han dado un paso adelante, se les ha criticado por exceso de protagonismo solicitando desde algunos feminismos que se queden en segundo plano. Cual es y debe ser el papel de los hombres en esta lucha?

Desde luego que los hombres se tienen que implicar masivamente contra el patriarcado pero sabiendo y asumiendo que su papel, por una vez, no es el del protagonismo, el de la portavocía o de la foto de pancarta. Les toca, bajo mi punto de vista, posicionarse en cada espacio en el que estén asumiendo las 24 horas del día que el trabajo por la igualdad es personal y colectivo. No se puede pretender asistir a las manis sin haber revisado lo que hay debajo de la alfombra. No se puede ser feminista de enunciado o de foto de pancarta.

Últimamente me preocupa el cariz que está tomando el sufrimiento percibido como un elemento que nos valida para sentirnos víctimas. Vox se siente una víctima del feminismo y las políticas de igualdad y quieren hacernos creer que su sufrimiento, por perder privilegios, les valida para organizarse contra los derechos de las mujeres pero a la vez, esta neo organización patriarcal está sirviendo para que muchos hombres se averguencen y salgan del armario patriarcal, así que quizás sea una oportunidad para que hombres con cierta sensibilidad feminista pero sin un posicionamiento activo se posicionen.

 

6.- En estos momentos estamos en proceso de modificación del anteproyecto de Ley de modificación de la ley 4/2005, de 18 de febrero, para la Igualdad de Mujeres y Hombres con el fin de posibilitar “una política y un pacto de país con mayúsculas por la igualdad y contra la violencia machista, "reforzándola y adaptándola a las nuevas necesidades y retos derivados del nuevo contexto social y normativo". Qué piensas de esta modificación? En tu opinión ¿Qué objetivos debe marcarse esta modificación? ¿Qué medidas debe proponer? Y ¿Qué medios para conseguirlo?

Las leyes son una expresión de nuestro modelo de convivencia por eso necesitan articularse, reformarse, es decir, hay que monitorear que las leyes sirven para aquello que fueron concebidas. Pero a su vez, una ley puede quedarse en un enunciado de buenos propósitos si no tiene recursos para su desarrollo. Entender que la igualdad es un deber en mayúsculas y a la par un medidor de la solvencia democrática de cualquier sociedad debería ser el enfoque. Normalmente en todas las leyes en su preámbulo, en su declaración de intenciones, así señala pero luego falta lo de siempre, compromiso político para su desarrollo. Tenemos muchas leyes, muchos marcos normativos en materia de igualdad que constantemente se están incumpliendo. Tenemos una ley estatal contra la violencia de género que conlleva, por ejemplo, que Osakidetza tenga un protocolo para las mujeres víctimas de violencia de género y agresiones sexuales como si fuera algo separado. De ahí la importancia del enfoque, de cómo se nombran las cosas porque ello determina los recursos fragmentados o una actuación transversal que utilice como categoría de análisis la perspectiva de género; pero para la transformación social, necesitamos emplear la perspectiva feminista. No hay ni hay un solo ámbito en el que no debamos de articular esta propuesta desde los coles, las calles, las casas, los puestos de trabajo remunerado, los cuidados, la sexualidad, el amor, todo lo que somos está atravesado por los géneros porque hablar en singular es un error conceptual que ha conllevado que mucha gente hable de género como sinónimo de mujer o de sexo, perdiendo peso como categoría política de análisis.

Hay mucho por hacer y muchas expertas en cada materia de intervención que señalaba antes, pero sobre todo en la violencia simbólica, que “ordena” nuestros pensamientos, normas y practicas de vida.

 

7.-A través de la violencia se construye el miedo en las mujeres. Miedo que últimamente va unido a los espacios festivos. Hay más agresiones en fiestas? Cómo valoras las propuestas que se están haciendo de acompañamiento a las chicas a la noche cuando vuelven de fiesta? O que esperen los taxis antes de que suban al portal? ¿Se está incidiendo demasiado en la protección, en el miedo? ¿Qué otras medidas se pueden tomar?

Vuelvo a señalar que no es miedo sino el terror lo que tenemos que combatir. Porque el terror es un ejercicio de control social que desprotege, genera indefensión y bloquea porque no se están proponiendo medidas, primero para saber identificar las diferentes formas de inicio de la violencia y segundo, permitiendo que las mujeres se doten de recursos adecuados para actuar. Por ejemplo en las últimas violaciones colectivas lo que estamos comprobando es que los agresores previamente se hacen “amigos” de las víctimas. Es decir, socialmente se está generando una alarma que pone el foco en un escenario final y que en muchos casos, indica, como única solución que las niñas/mujeres vivan escoltadas o que las mujeres dejen de hacer o se autocontrolen (?). Esto más que protección es desprotección, además de generar una restricción de la vida de las mujeres. Dónde se queda en toda está (des)protección, el cuestionamiento de los hombres que agreden, dónde se queda el cuestionamiento a una sexualidad entendida desde la imposición y no desde la negociación y el consenso.

Entiendo la alarma de muchas familias pero considero que lo que tenemos que generar es una alerta feminista a nivel mundial, que sirva para identificar las nuevas estrategias de control y violencia para después generar recursos desde todos los ámbitos con una implicación activa, que cuestione a los varones que agreden y conlleve medidas reales para el empoderamiento feminista de las mujeres. Porque es cierto, que al cotidiano hay que darle respuesta pero sin perder de vista cual es nuestro propósito final, que no es responder a los agresores sino que no haya violencia.

Considero que los talleres de autodefensa feminista son un buen recurso para ello pero no es la solución mágica, es solo una parte de lo que hay que hacer porque como señala R. Segato “el problema de la violencia sexista es un problema de los hombres que sufren las mujeres”. Aunque yo insistiría en que la violencia sexista es una necesidad patriarcal para mantener el orden social, no solo un problema de los hombres, sino una necesidad estructural.

 

8.- Los cambios y el avance de las mujeres hacia la igualdad han sido evidentes en estos años, a pesar de todo lo que nos queda por avanzar y conquistas por conseguir. ¿Consideras que los cambios en los hombres se han producido al mismo nivel? ¿En qué terrenos se encuentran las mayores resistencias al cambio?

Considero que las mujeres hemos conseguido muchos puntos de fuga y de disidencia a la feminidad, camino que los hombres, de manera general, no han realizado. No se puede entender la desigualdad sino es en relación y el problema es que en los análisis muchas veces nos olvidamos que los privilegios, así como la opresión, se encarnan en cuerpos y sujetos concretos. El feminismo cuestiona lo personal: las identidades subjetivas, acerca de lo qué somos, sentimos, hacemos, porque el patriarcado se sustenta en un binarismo de género no diferencial sino desigual.

De hecho, ha habido un enorme victimismo por parte de muchos hombres aferrándose a lo que el patriarcado les quitaba pero sin reconocer lo que les daba a cambio.

Me gusta mucho vincular los sistemas de opresión, en el caso del racismo-clasismo (esta última categoría parece olvidada), yo no puedo declararme anti-racista sin evidenciar los muchos privilegios que el sistema me concede por mi condición de blanca europea y, en estos momentos, de una determinada clase social.

En los casos de discriminación, en algo también que genera identidad, como es pertenecer al colectivo LGTBIQ, sería impensable que una persona heterosexual diga lo que el sistema le oprime por haberle normativizado en la heterosexualidad. Yo no niego que haya personas que sufran mucho por vivir una heterosexualidad impuesta pero quedarse en la heterosexualidad te dota de privilegios normativos. Vamos, que nadie se mete en un armario por ser heterosexual.

Así como no te invisibilizan, discriminan o violan por ser hombre, sino por ser mujer y esto es algo que a veces se pierde de vista cuando hablamos de la implicación y del trabajo que tienen que hacer los hombres. Por lo tanto, las mayores resistencias se encuentran en evidenciar que es un sistema de opresión, con relaciones de asimetría de poder, con una mirada androcéntrica sobre todas las fuentes del conocimiento que conlleva categorías políticas definidas en función del sexo de asignación al nacer. Esto se concreta en los posicionamientos políticos del “negacionismo” que profesan millones de personas en todo el mundo. El pensar que la igualdad ya está es la mayor resistencia a la que nos enfrentamos porque no hay peor machismo que el que se niega o no se ve.

 

9.-Qué opinión te merece la Iniciativa Gizonduz? Se aceptan todo tipo de propuestas y sugerencias…

No conozco en profundidad el trabajo de Gizonduz para poder tener un criterio cualificado. En cualquier caso, creo que este debe de ser el siglo en el que los hombres se posicionen abiertamente y no solo como aliados sino como actores de la lucha contra la violencia sexista y a favor de la igualdad. Eso no quiere decir que deban tener el protagonismo de la lucha sino una actitud de responsabilidad frente a su vida y las vidas ajenas. No basta con decir “yo no soy machista” se requiere de reflexión y práctica porque sino, no es posible transformar la realidad normativa. Por eso, iniciativas de formación, reflexión y práctica que cuestionen nuestros modelos de pensamiento, nuestros mapas emocionales, y nuestras vidas son fundamentales. Ese es el camino que desde el feminismo llevamos siglos practicando y que les toca a los hombres recorrer, con un posicionamiento activo. Lo que está en juego es el modelo social, no estamos en una crisis económica sino humanitaria a la que no vamos a poder sobrevivir si no rompemos con el modelo neoliberal, patriarcal, racista y clasista en el que se estamos inmersas-os.