Entrevista a Luciano Fabbri
Nos convocábamos en tanto “varones feministas”, no necesariamente porque lo seamos, pero sí dibujando el horizonte de nuestras luchas.
Nació en la ciudad de Rosario, Argentina. Participó en la fundación de los colectivos de varones antipatriarcales (2009-2014) y posteriormente en la construcción de “Mala Junta”, colectiva feminista mixta, popular y disidente. Licenciado en Ciencia Política, profesor universitario, educador popular.
1.-Perteneces a la asamblea de varones feministas de Rosario. ¿Nos puedes explicar cómo nace la idea y cuales son los objetivos del grupo? ¿ A quien os dirigís con vuestra acción?
Este año realizamos en Rosario dos asambleas de varones feministas, convocadas por los varones que integramos la agrupación Mala Junta, del movimiento Patria Grande y compañeros cercanos con los que militamos en estos temas. La primera convocatoria fue en Mayo y la impulsamos poco tiempo después del femicidio de una joven llamada Micaela García, que resultó impactante y catalizador de esta convocatoria.
En la movilización espontánea que se realizó tras el hallazgo de su cuerpo sin vida,
Noelia Figueroa, militante de Mala Junta y del Colectivo Ni Una Menos Rosario, interpeló entre lágrimas a los varones que se habían acercado a la movilización:
"Los necesitamos. Compañeros, aliados, varones sensibles, no hay concesiones posibles hoy: necesitamos que revisen su manera de pensar en nosotras, los chistes que se hacen entre ustedes, la idea de propiedad sobre nuestros cuerpos. Les exigimos que salgan de su comodidad, que rompan las complicidades, que no tengan miedo de exponerse, de cortarle el mambo al machito que tienen al lado o adentro. Que nos den señales muy claras de la posición que asumen en esta guerra. Si Mica les conmovió hasta lo más profundo como a nosotras, necesitamos que se muevan de donde están".
Ante la creciente ola de femicidios en Argentina (a principios de año contabilizábamos uno cada 18hs) y los intentos de los sectores políticos conservadores de capitalizar las denuncias feministas con respuestas punitivistas, consideramos oportuno y necesario producir otros discursos y otras acciones que llamen a la responsabilización, revisión y erradicación de nuestras violencias, en un espacio reflexivo y colectivo convocado bajo el lema “traicionar la complicidad machista”. Lo que de algún modo supone traicionar nuestros propios privilegios.
2.-¿Cuál es la situación de los grupos de hombres por la igualdad en Argentina? ¿ Y su relación con el movimiento feminista?
No creo estar en condiciones de hacer un diagnóstico sobre la situación de estos grupos en tanto espacios organizados con cierta estructura y regularidad. Por lo que veo, la mayoría de los otrora “colectivos de varones antipatriarcales” se han desintegrado o mutado en otras experiencias. Algunos de nosotros por ejemplo decidimos abocarnos a la construcción del feminismo mixto en Mala Junta. Otros han tomado caminos diversos.
Sí puedo decir que ante la convocatoria a la primera asamblea de varones feministas, fue evidente la necesidad de ese espacio. En la primera edición participaron más de 150 compañeros, y en seguida tuvo sus réplicas en varias ciudades y provincias del país. Acá no había ambigüedades respecto al vínculo con el movimiento feminista. Nos convocábamos en tanto “varones feministas”, no necesariamente porque lo seamos, pero sí dibujando el horizonte de nuestras luchas.
3.-Una de vuestras consignas es la de “ni machos, ni fachos” ¿Qué significa para vosotros?
La consigna “Ni Machos, Ni Fachos” fue popularizada por los colectivos de varones antipatriarcales, en tanto lema que permitía denunciar la alianza íntima entre machismo y fascismo, a la vez que expresar que nuestro distanciamiento no era sólo respecto a la prácticas machistas comprendidas como violentas, sino a esa “identidad” tan cara a la cultura democrática latina como es la del “macho” y todos los estereotipos sexistas que se derivan de ella.
4.- En la primera asamblea de varones feministas que realizasteis el 25 de mayo de 2017 en Rosario uno de los titulares en prensa fue ““El mejor aporte que podemos hacer los varones al feminismo es empezar a cuestionarnos” ¿Qué tienen que cuestionarse los varones? ¿Qué estrategias populares o institucionales crees que pueden ser efectivas para conseguirlo?
Mucho se viene debatiendo, sobre todo a partir de las polémicas sobre las posibles participaciones de varones a convocatorias como las del Paro Internacional de Mujeres del 8 de Marzo (en Argentina precedido por un paro de menor dimensión en Octubre del 2016, y también por la convocatoria un “tetazo” como acción pública de mujeres ante la reprimenda policial a una mujer que amamantaba a su hijo en una plaza) sobre cómo debemos visibilizar (o no) la adhesión o implicación de los varones en las luchas feministas. Si bien hay múltiples posiciones y matices, lo que podemos coincidir entre nosotros, es en nuestro principal aporte pasa por llevar el feminismo a nuestra práctica cotidiana y los espacios de socialización de que compartimos con otros varones. Cuestionarnos la naturalización del sexismo, la facilidad con la que nos des-identificamos del machismo y negamos o justificamos nuestras violencias, las resistencias y reacciones defensivas cuando somos cuestionados y cuando nos dicen que no quieren nuestra presencia en determinados espacios, la complacencia con la que medimos nuestros propios procesos de cambios.
Las estrategias populares son escasas, poco sistemáticas, porque si bien estos debates han ido calando en las organizaciones populares, el involucramiento activo de los militantes populares en estos asuntos sigue siendo de escaso a nulo. Hay raptos de interés, pero claramente no es prioritario, y depende más de la voluntad o disponibilidad individual de quienes nos cargamos estas tareas al hombro, que de decisiones políticas colectivas de dar lugar en serio a estas responsabilidades políticas. Las estrategias institucionales, de carácter público estatal, no suelen trascender algunas instancias de talleres o charlas de sensibilización, que aunque sean sobre masculinidades siguen convocando a muchas más mujeres que varones. Salud y educación, así como acciones de incidencia en el mundo del trabajo, deberían ser áreas prioritarias de intervención estratégica para cuestionar las violencias machistas y promover vínculos más igualitarios.
5. Es importante hablar de la violencia machista contra las mujeres y de las posiciones de los hombres ante ella, así como de la necesidad de romper las complicidades masculinas que muchas veces la justifican o “entienden”. ¿Cómo se posicionan los hombres en general en Argentina ante el feminicidio? ¿Hay alguna iniciativa dirigida a movilizar a los hombres? ¿Romper los códigos masculinos de complicidad machista es sencillo?
Romper los códigos de complicidad machista no es nada sencillo. En ese primera convocatoria a la Asamblea, el eje transversal del espacio de encuentro estuvo vinculado a la idea-fuerza de traicionar la complicidad machista. Hablar de traición supone en principio preguntarnos por las lealtades que se pactan entre los varones ?de distintas clases sociales, pertenencias étnica-raciales y nacionales, generaciones, sexualidades y (dis)capacidades?para sostener asimetrías de poder que nos colocan por encima de las mujeres y feminidades.
¿Cuáles son las prácticas machistas que nos reconocemos reproduciendo?, ¿Cuáles reconocemos en nuestro entorno?, ¿Cómo actuamos cuando las identificamos? Invitando a cada participante a responder estas preguntas de manera individual, para luego compartirlas en el trabajo grupal, nos orientamos a interrogarnos por las motivaciones en las que se sostienen nuestros silencios y omisiones ante las diversas manifestaciones de violencia machista. En los miedos “a quedar solo”, “al aislamiento”, “a ser señalado como el policía”, “a ser acusado de traidor”, “a que se cuestione tu sexualidad o identidad”, “a dejar de pertenecer”, pudimos ir encontrando algunas respuestas.
“Es que si yo expongo una práctica machista de un amigo, capaz él expone 10 de las mías”, compartió un compañero en un grupo. Y en esa reflexión se sustenta uno de nuestros mayores obstáculos a señalar, cuestionar y denunciar las prácticas machistas que reconocemos en nuestro entorno; traicionar la complicidad es traicionarnos a nosotros mismos, porque en ese actos espejamos nuestros propios ejercicios de poder y goce de privilegios, porque implica hacernos cargo de que el machismo no se encuentra por fuera de ninguno de nosotros.
“Ahora me doy cuenta que cuando yo creía estar callando para no exponer la miseria humana del otro, en realidad estaba siendo cómplice de su machismo”, resonó un integrante del grupo, y de esa manera íbamos comprendiendo el carácter generizado, y por ende político, de las sociabilidades de la fraternidad (cis)masculina. Alojar la idea de traición supone evidenciar lealtades que se sostienen en un pacto tácito, en ese contrato sexual (Pateman) sobre el que se reproduce la hegemonía patriarcal.
No es difícil repudiar un femicidio. La mayoría de los hombres lo hacemos. Lo difícil es ver que las violencias de menor intensidad que reproducimos y naturalizamos a diario son parte del continuum de asimetrías de poder que permiten que los femicidios existan. Más que repudiar moralmente a los femicidias, deberíamos sostener la incómoda pregunta sobre qué tenemos de parecidos, porque la violencia como recurso de ejercicio de poder está legitimada y por ende disponible para todos nosotros.
Creo que es necesario pensar iniciativas que más que a movilizarnos, nos convoquen a revisarnos, a incomodarnos, y a desempoderarnos. Puede que movilizarse sea una parte de estas estrategias, pero sin dudas no es la prioritaria ni muchos menos debería ser su principal objetivo. Si nos movilizamos en el espacio público sin transformar nuestras prácticas íntimas, privadas y comunitarias, vamos por mal camino. Incluso por un camino peligroso, que genera expectativas de cambio en las mujeres, bajando las defensas de aquellas que están en situaciones de mayor vulnerabilidad, y alimentando procesos de limpieza de prontuarios de varones que creen que publicitando su participación en una acción feminista ya son libres de los machismos que han ejercido y todavía ejercen, usando estos espacios para renovar el ejercicio de la hegemonía, y no para abandonarlo en un sentido igualitario.
6. En relación al futuro, ¿cuáles son los retos del movimiento de hombres a favor de la igualdad en Argentina?
No existe tal cosa como un movimiento. Quizás el reto tenga que ver con retomar y articular las iniciativas que le den forma de actor colectivo. Es una tarea difícil y desgastante; a los varones nos sobran resistencias y nos faltan motivaciones para hacernos carne de estas luchas. Un profundo sentido ético y de justicia de género es necesario para involucrarnos activamente en la construcción de una cultura que reconozca efectivamente la equidad existencial entre los sujetxs generizados, al menos hasta que sea posible lo deseable; una sociedad que prescinda del género y las desigualdades que inevitablemente le acompañan.